Cómo Superar Fallas y convertirlas en aprendizajes, mi constante aprendizaje en la vida.
No conté todas las veces que fallé.
No porque me dé vergüenza, sino porque aprendí que un fallo no es un final, sino una transición.
Una de esas curvas del camino que te obligan a mirar desde otro ángulo, a soltar ideas fijas, y sobre todo, a volver a vos.
Como emprendedora y como inmigrante, he tenido que empezar de cero más veces de las que me gustaría admitir.
Pero también aprendí algo valioso: la mejor forma de superar un fracaso es agradecer.
Como decía el filósofo Heráclito, “nadie se baña dos veces en el mismo río”.
El cambio es constante, inevitable. Panta rhei, (frase griega que significa «todo fluye»).
Y todo lo que nos sucede nos transforma, a veces para bien, otras con dolor, pero siempre con posibilidad de aprendizaje.
Este artículo no es un manual perfecto.
Es un mapa dibujado con mis propias caídas, decisiones equivocadas, ilusiones rotas y, sobre todo, con las herramientas que encontré para volver a empezar.
Ojalá te sirva para reconocer que tus errores no te definen, pero sí te enseñan.
Confesiones reales: Cómo superar fallos
Uno de los primeros, fue un intento lleno de entusiasmo: recién casados, con algo más de veinte años, mi esposo y yo decidimos emprender con un carro de comida.
Éramos jóvenes, inexpertos, y teníamos toda la ilusión del mundo.
Pusimos ahí nuestro dinero, nuestra energía y nuestros sueños.
Spoiler: no funcionó.
Nos sentimos frustrados, con muchas dudas.
¿Qué habíamos hecho mal?
¿No era suficiente tener ganas y pasión?
Pero el aprendizaje fue increíble. Hasta hoy, lo recordamos con cariño, como uno de nuestros mejores profesores de vida.
Aprendimos sobre administración, resiliencia, comunicación y expectativas. Aprendimos a soltar sin perder la esperanza.
Otro episodio mucho más desafiante fue nuestra primera experiencia como inmigrantes.
Decidimos irnos a Panamá con una niña pequeña, y nos embarcamos en un negocio con una sociedad que, lamentablemente, no funcionó.
Depositamos todos nuestros ahorros en ese proyecto.
Cuando falló, nos quedamos literalmente sin ahorro, en un país nuevo y con una hija que dependía completamente de nosotros.
Sentí miedo. Me sentí fracasada, culpable, desorientada.
Pero no hubo tiempo para quedarnos en el duelo: había que levantarse, respirar profundo, analizar los pasos dados… y volver a construir.
Y como te decía antes, lo que más nos ayudó a superar ese gran fracaso fue agradecer.
Agradecer lo que sí teníamos: salud, el uno al otro, nuestra hija.
Agradecer lo aprendido, incluso con dolor. Y seguir.
Qué aprendí de cada error
Mirar hacia atrás con honestidad y compasión me permitió ver que cada caída dejó una huella.
No una cicatriz para lamentar, sino una marca que me ayudó a crecer.
Aprendí que los errores son espejos.
Te muestran lo que no estabas viendo: creencias que no funcionaban, hábitos que necesitaban cambiar, límites que no podías seguir cruzando.
Aprendí que también son filtros.
El fracaso quita el ruido, te devuelve a lo esencial. Te obliga a reevaluar desde el corazón.
Y aprendí que el fallar no borra tu camino. Lo enriquece.
Hoy tengo más claridad, más humildad y más herramientas gracias a esas experiencias. No las repetiría, pero tampoco las cambiaría.
Si quieres conocer más de nosotros, visita nuestras redes sociales, o conoce nuestra historia.

Cómo superar fallos sin perderte a ti misma
Superar un fracaso no es olvidar que ocurrió, ni minimizar el impacto.
Es permitirte sentir el golpe, reconocer lo que dolió, y luego, dar un paso.
No te apures a «ver el lado positivo». Permitite enojarte, frustrarte, llorar si es necesario.
Pero no te quedes ahí.
No confundas fallar con ser un fracaso. Lo que salió mal no te define. Tu valor no depende de un resultado.
Busca apoyo. Habla con alguien que haya pasado por algo similar.
Escribir también ayuda. Poner en palabras lo vivido permite ordenar el caos.
Vuelve a tu propósito. Pregúntate por qué comenzaste, qué te mueve, qué quieres seguir construyendo más allá de ese obstáculo.
Adapta tu estrategia, pero no tu esencia. Si algo no funcionó, tal vez haya que rediseñar, pero eso no implica abandonar lo que sos.
Y si necesitás una brújula emocional, acá van algunas preguntas que me ayudaron más de una vez:
– ¿Qué parte de este proyecto sí funcionó, aunque sea un poco?
– ¿Qué necesito soltar para avanzar?
– ¿Qué haría diferente si pudiera empezar otra vez, desde lo que sé hoy?
Hoy, desde este lado del “error”
Miro hacia atrás y me conmueve la versión de mí misma que siguió adelante, incluso con miedo.
El fracaso ya no me asusta como antes.
No porque crea que no va a volver, sino porque sé que tengo con qué enfrentarlo.
Y porque descubrí que, a veces, lo que sentimos como final es apenas un giro inesperado.
Como inmigrante, esposa, como madre, como emprendedora y como mujer, aprendí que todo fluye.
Que nada es fijo, y que eso —aunque nos cueste— también es una forma de libertad.
Conoce nuestros productos, visita nuestros planners.
Agradecer también es una estrategia
Agradecer no lo resuelve todo, pero transforma la forma en que miramos lo vivido.
Agradezco los fracasos que me devolvieron a mí misma.
Agradezco haber aprendido que rendirse no siempre es perder.
Agradezco poder contarlo hoy, desde un lugar de fortaleza, y no de vergüenza.